Sak Yant: El Arte de los Tatuajes mágicos
- Chilean Mate
- 19 may 2024
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 26 may 2024
Un misterioso viaje me llevó a un fascinante templo tailandés donde los tatuajes se convierten en supuestos portadores de poderes protectores en el corazón de Tailandia.

Eran las seis de la mañana cuando apareció en la puerta de mi hostal un tailandés cubierto de tatuajes, el cual sería mi conductor y traductor durante la extraña experiencia. "Me llamo Kong, aunque todos me conocen como King Kong", dijo con una amplia sonrisa, presentándose de manera amigable.
Dentro del auto y como copiloto se encontraba JJ, acrónimo que utilizaré para proteger su identidad. JJ era un ex militar estadounidense de 57 años, quien más tarde se convertiría en mi compañero en esta aventura, ya que, al igual que yo, nos tatuaríamos aquellos supersticiosos tatuajes de tipo Sak Yant.
Nuestro trayecto nos llevó lejos de la bulliciosa ciudad de Bangkok, adentrándonos en una Tailandia más rural y auténtica, donde los paisajes se intercambiaban entre cosechas de arroz, viviendas sencillas y pequeños riachuelos.
En el transcurso de casi una hora de viaje, JJ y yo compartimos experiencias personales que fortalecieron rápidamente una confianza mutua. Reveló detalles de su pasado como soldado activo en el Medio Oriente, donde enfrentó la amenaza de Al Qaeda, llegando incluso a tener un precio sobre su cabeza. ¿Podría haber sido esa peligrosa realidad la que lo impulsó a buscar protección en los Sak Yant?

Llegamos al templo cerca de las siete de la mañana y quedamos maravillados con su estilo visual. El monasterio deslumbraba con detalles exquisitamente elaborados y esculturas de criaturas mitológicas que enriquecían cada rincón que mirábamos.
“¿Eres de Chile ?. Es la primera vez que conozco a un chileno. ¡Marcelo Salas, muy buen jugador!” me decía King Kong para generar más conversación mientras nos acercabamos a una sala de espera.
Allí aprendí que Wat Bang Phra era un reconocido monasterio de los Sak Yant gracias a la leyenda del monje Luang Phor Pern, un budista que habría conseguido detener por completo los ataques de tigres y otros animales salvajes en una aldea, tras tatuar a casi todos sus pobladores con estos tatuajes protectores.
“¿Estamos listos ? ¡Siganme!”. Me decía Kong dando pequeñas palmadas a mi espalda.
La energía espiritual en el ambiente se hacía cada vez más presente, sobre todo al entrar al salón en el que tendría lugar la sesión, lugar decorado con diversas figuras de monjes, además de fotografías históricas en sus murallas sobre reyes y políticos tailandeses que recibían la bendición de monjes.

En el centro de la habitación, y preparando las varas de acero con las que nos tatuaríamos, se encontraba Tom, nuestro maestro Sak Yant.
Entre los diseños disponibles escogí el “Gao Yord”, uno de los tatuajes más habituales y conocidos de los Sak Yant debido a sus poderes universales, tanto para protección física como para la buena suerte.
“Eres el primero! Me decía Kong!” señalando el lugar donde tendría que sentarme. Para mi sorpresa el tatuaje no tomó más de 15 minutos en ser terminado, claro que se sintieron los más infinitos de toda mi vida. El dolor era intenso, aquellas agujas parecían verdaderas puñaladas.

Al finalizar de la sesión, JJ y yo nos encaminamos a una nueva sala para visitar a Long Phi Chet, un anciano monje budista quién utilizó láminas doradas en nuestra frente y rezos para bendecir y activar nuestros tatuajes protectores.
El ambiente en esta sala era casi surrealista. Al costado de nosotros y en una cámara de cristal se exhibían los restos intactos del difunto monje Luang Phor Pern, rodeados de creyentes de diversas edades, religiones y nacionalidades.
Después de deleitarme con el entorno y contemplar el paisaje, no pude evitar encontrarme en un estado de paz genuino. Y es que tras diez años desde mi primera visita a Tailandia y, sobre todo, después de entender la diferencia entre "ser viajero y no turista", por fin había dado con una experiencia más local y auténtica.
Aún no estoy seguro si los poderes Sak Yant darían frutos, eso lo tendría que dejar al transcurso de mi vida y los destinos que me aguardan.

De lo que sí estoy seguro es que un tatuaje no me hacía más cool, ni me convertía en una persona más fuerte. A estas alturas, la verdad es que nada de eso me importa. En el mejor de los casos, este tatuaje es un recordatorio de lo increíble que fue esta experiencia y lo afortunado que he sido en poder compartirla.
Para más historias y consejos de viajes no olvides visitarme en mi cuenta de Instagram. Hasta una próxima aventura !
Buenísimo, compañero 🩵 ¡Qué historia, y qué tremenda oportunidad poderlo haber compartido! Gracias por compartir a su vez con nosotros tu experiencia. Un abrazo enorme.
Dámaris - @Travelografa